martes, 23 de marzo de 2010

Gemelos Cósmicos

Ocurrió ayer, 22 de Marzo. El resto del equipo partió la noche anterior, bien tarde, con destino a Toulouse para preparar con tiempo el concierto de esta noche. No sé hasta qué punto fue casual que prefiriera quedarme en Niza y hacer noche en el Novotel Nice Centre. Seguramente las ganas de descansar en un colchón jodidamente cómodo y en una habitación con baño propio. Eso de hacer kilómetros y kilómetros en autobús espalda con espalda con media docena de tíos... Que, sí muy colegas y todo eso, pero con cierta edad los cuerpos tienen sus ruidos y carencias propias, y lo que al principio parece una escapada de estudiantes al final cansa.


El caso es que dormí a pierna suelta, pocas horas pero bien a gusto. Aún siendo temprano el comedor del hotel estaba petado de gente, así que decidí desayunar fuera. Bajé hasta Place Garibaldi, que es un sitio que me gusta mucho y por donde me dejo caer cada vez que bajo por Niza, sobre todo en Verano, porque es un sitio muy fresquito de noche y siempre hay músicos callejeros tocando algo. Pero la puta plaza estaba patas arribas por unas obras. Como en cualquier ciudad del puto mundo civilizado la casualidad hace que te abran el suelo justo allí donde vas a pisar. Así que opté por el café L'Entre2. en la calle Catherine Ségurane, donde te hacen un expreso en una cafetera dorada de metro y medio que parece una bomba atómica.

Serían las 9 de la mañana y antes del mediodía tenía que tomar un vuelo desde el aeropuerto Côte D'Azur hasta Toulouse para llegar justo a tiempo para la prueba de sonido. Estaba ojeando el Nice Matin, un diario local que seguramente recogería la crónica del último concierto. El reportero que mandaron para hacer la cobertura era bastante peculiar: Se empeñó en hacer sus preguntas en inglés y ¡¡ninguna de ellas estaba relacionada con la gira!!. Me picó la curiosidad leer su reportaje. En eso andaba yo cuando se sienta frente a mí, en mi misma mesa y sin mediar palabra, un tipo con una boina calada hasta las cejas, ocultas éstas bajo unas gafas negras bien chulas ("¿Dónde las habrá comprado?", me pregunté), una sonrisa amplísima como un anuncio de Colgate y barba de tres días. Cruzó y apoyó los brazos sobre la pequeña mesa

- ¿Señor Jarre? -interrogó en un francés de acento raro, raro, raro- Buenos días, disculpe la osadía de interrumpirle la lectura. No he podido reprimirme -y su sonrisa abarcó un tercio de su cara, o más- soy un gran, gran fan suyo...

Momento autógrafo. Uno está curtido en estos asuntos y este ritual diario, a veces molesto por lo inoportuno del mismo, lo desarrollo con presteza y corrección: Sonrisa y pregunta por el concierto del día anterior o por el último disco en promoción, mientras con señas pides un bolígrafo o algo para firmar... algo: Un CD, un ticket medio troceado, una camiseta o, como ahora parece estar de moda, un pianillo eléctrico que igual acaba en Ebay.

Pero el tipo seguía de brazos cruzados, sonriendo como si le hubiera dado un chungo y mordiera el aire. Repetí con la mano el gesto del bolígrafo a la par que dibujaba un interrogante en mi cara.

- ¿Eh?... ¡Ah, no! No, no es mi intención robarle un autógrafo. Y tampoco traje nada digno para ello. Aunque sepa -y se inclinó medio palmo hacia adelante- que tengo todos sus discos y en todos los formatos. Y le aseguro que eso no es fácil en el sitio del cual vengo...

No acabó la frase, pero mientras yo mantenía la sonrisa esperando esa revelación, él parecía menear la cabeza como invitándome a preguntarle por su procedencia. Dios, fueron cuatro irritantes segundos, y aquel tipo no dejaba de abarcar el puto local con su dentadísima sonrisa. Accedí.

- Y... ¿de dónde vienes... has venido al concierto... o, quiero decir, has llegado aquí... a Niza...?-me estaba poniendo nervioso. Vaya, tenía que tomar el avión y quería desayunar un croissant con uno o dos cafés- ejem, bueno, ¿de dónde eres?...

- Pues soy Uruguayo. Vengo de Uruguay-dijo complacido, desanudando por primera vez los brazos mientras parecía extenderlos por toda la estancia-. América del Sur-sonreía y asentía con la cabeza mientras me miraba tras las gafas negras ("¿serán de Affelou? No", me dije).

- Ah, sí, América del Sur es un lugar que me gusta mucho y donde espero poder ir en breve. Estoy en plena gira mundial, ya sabes, "world tour". Pues eso... En fin, en unas horas pillo un avión...

- ¿Sabe? Yo también soy músico -fulminó mi primer intento de evasiva-, por supuesto no de su nivel, claro. Aunque compartimos afinidad sonora y también... Oiga, perdone que sea algo brusco pero, ¿de verdad que aún no me ha reconocido? -dijo inclinándose de nuevo hacia mí y, por primera vez, mirándome por encima de sus gafas de sol-.

- ¿Reconocerte...? ¿Nos conocemos, de algún concierto quizás? es que con tantos coros, músicos locales, orquestas... ¿No tendrá algo que ver con la organización del Concierto del Eclipse - "malditos barcos de carga franceses", pensé para mis adentros-?, como ha dicho que es de aquellas latitudes...

- Entonces es verdad que aún no me ha reconocido... Debe ser alguna interferencia cósmica, -parecía estar hablando para él mismo, mientras se giraba para uno y otro lado señalando con ambas manos como si fueran las manecillas de un reloj- este bar está orientado noreste-suroeste. Eso no ayuda mucho...

Yo en ese momento ya no me preocupaba mucho de la cortesía inherente a la relación ídolo-fan, así que me dispuse a levantarme esgrimiendo una rápida excusa, una cosa a la que uno suele recurrir tras el minuto 2 en una firma de autógrafos post-concierto...

- Ya, verá como comprenderá estoy realmente ocupado. La gira... -alargó su mano izquierda y me sujetó por el brazo, descargando sobre él un calambrazo que me hizo caer de culo sobre la silla-.

- ¿No comprende, no entiende, aún no se ha dado cuenta? -dijo entre dientes, sin parar de sonreír mientras yo me frotaba el brazo intentando aliviar el efecto de la descarga de electricidad estática-. Esta ha sido la señal de confirmación, es lo que ocurre cuando dos gemelos cósmicos se encuentran cara a cara en un mismo plano espacio temporal. -Yo alucinaba en colores mirando al tipo ése mientras mis dedos recuperaban poco a poco la sensibilidad; tenía que salir de allí -. Hermano, hermano Jarre, soy yo, Emyl, he atravesado océanos de tiempo para encontrarte -aquello me sonaba de algo, pero no me dio lugar a recapacitar sobre ello- y por supuesto para ayudarte a aliviar tu pesada carga.

Tras decir esto, retiró sus gafas y se descubrió dejando caer sobre la mesa su boina y sobre sus hombros su melena, a la vez que con la boca abierta agitaba el dedo índice con vehemencia de una lado a otro, ni más ni menos como yo soliera hacerlo años atrás durante mi concierto en Houston. ¡Por el historial brigadista de mi madre, aquel tipo era exactamente igualito a mí!. Ahora extendía los brazos ante él, luciendo unos guantes blancos en las manos que no pude saber en qué momento se había colocado, y los movía a la par que emitía unos sonidos con flanger labial incorporado. ¡Mierda, está tocando mi arpa láser, y además lo hace de lujo!. Aún pude verlo balancearse de izquierda a derecha, sin dejar de mostrar toda la dentadura apretada, como si sujetara y tocara a manotazos un teclado portátil. ¡Dios, solo faltaba allí Honk Marvin!. Después de aquello se me nubló el sentido y la vista, se aflojaron mis piernas y empezó a sonar en mi sesera un familiar soniquete salmodiante: "Zig-Zag Dança é uma dança/que dá vertigens e nunca cansa...".

Abrí los ojos. Estaba en una habitación, en mi habitación del Novotel. Parecía que estuviera despertando en plena resaca, como aquellas que pillaba con mis colegas de The Dustbins. Sentado en la cama intenté recordar...

- Zig-Zag Dance, que confusao/que faz vibrar o coraçao -joder pero eso no lo estaba recordando; lo estaba escuchando ¡y además en 5.1!- Zig-Zag Dança, dança que faz sonhar... ¡Hola, ya despertaste hermano Jarre!.

Asomó la cabeza, melena al viento, tras la puerta de la salita anexa. Ahora todo volvía a mi cabeza, lo que había pasado antes de desvanecerme, en aquel café donde quedó mi croissant y mis dos expresos...

- ¿Te has dado cuenta que incluso me sé la letra en portugués de esa copla tuya, mi hermano? También me sé aquella de la Atlas en bereber.

Apareció ante mí, con su sempiterna sonrisa que ya quisiera para él el desdentado del Palmade, ataviado con una sudadera de éstas tan chulas que hemos sacado como merchandise oficial de la gira, pantalón negro y unas botrancas negras bien altas, además de unas gafas tornasoladas como las mías... "Parece que incluso compartimos centro óptico", pensé. El caso es que Emyl, mi gemelo cósmico, se mostraba como si fuera un jodido clon mío. Me levanté y me puse frente a él. Fue como estar mirando mi mismo careto en un espejo.

- Tu color de pelo...

- Sí. Es tu mismo tinte -sentenció adelantándose a mis palabras-.

- Pero si dejaron de fabricar Crecian 2000 hace 10 años. Incluso mis reservas de ese producto se agotan... -dije absorto en un alucine total-.

- Loreal no lo fabricaba en Europa -dijo susurrante sin dejar de sonreír-. La factoría principal estaba en Buenos Aires y fue la última en dejar de fabricar ese tono de tinte. La última partida comercializada está a buen recaudo en mi casa -culminó triunfal-.

- Ahora... Ahora no me cabe la menor duda -dije antes de estrecharlo... de estrecharme podría decir, en un abrazo- ¡Tú, Emyl, eres Yo, y Yo soy Emyl, somos gemelos cósmicos! - y ambos rompimos a llorar emocionados mientras una fastuosa pirotécnica virtual estallaba bajo el cielo raso de la habitación y sobre nuestras cabezas.

Hace algunas horas que me he despedido de mi gemelo cósmico en la terminal 2 del aeropuerto de Niza. Me maravillo de la facilidad con que hemos comprendido y asumido este cruce en nuestras vidas, la forma en que Emyl, que desde esta misma tarde ha dejado de ser él mismo para transformarse en mí mismo y ocupar mi lugar, me ha hecho entender que no estaba preparado para asumir el importantísimo papel que iba a desempeñar sobre el escenario de esta nueva gira. Me ha contado el sueño revelador que tuvo un mes atrás, en el cual yo estaba rodeado por los muñecotes de la portada de mi segundo disco exitoso dispuestos a darme canela fina a base de mamporros, mientras mis compañeros de escenario reían, hacían chistes y disparaban samples de sonidos de dibujos animados. Yo portaba en mis manos una caja registradora cerrada por un precinto donde se podía leer claramente: Toulouse. El arpa láser dibujaba grotescos rostros en el aire que me interpelaban amenazantes "where are you going?" cortándome el paso a cualquier posible escapatoria. Entonces apareció Emyl, disparando ondas de energía a través de un theremin, disipando a mis agresores, derritiéndolos. Emyl me explicó que aquel sueño fue la señal, la advertencia del linchamiento que me esperaba por parte de mis fans tras el concierto que debía ofrecer esta misma noche en Toulouse, y que le fue revelada la misión de salvarme, a mí, a su hermano gemelo cósmico.

Sus explicaciones me lo revelaron todo, como si se me abriera un tercer ojete con el cual ver la realidad: Grupos de fans de numerosos países estaban preparando una conspiración a nivel mundial, como mi nueva gira. Se abrían de dar cita en el Zenith de Toulouse, una de las tres salas de mayor aforo de la fase francesa de la gira. Me comentó algo que aparecía en "Las centurias" de Nostradamus anunciando este suceso, pero, la verdad, ahí me perdí un poco quizás porque andaba preparando la maleta -poca cosa, dos pantalones y unas cinco camisetas como una que me arrojaron hace dos años en un concierto en Madrid, las cuales, extrañamente, fueron apareciendo en mi apartamento, en mi oficina de management y hasta en una furgoneta del personal de montaje-.

Así que aquí estoy, a 500 metros de altura y volando a 350 km/h. en fase de aterrizaje sobre nuevo destino elegido. El lugar en el que debo empezar un proceso de perfeccionamiento del cual aún no me ha sido revelada su naturaleza. Solo se, y así me lo ha hecho saber Emyl pocos minutos antes de verlo partir por la puerta de embarque del vuelo con destino a Toulouse, que todo fluirá poco a poco, que me irán llegando señales, y que él estará a mi lado gracias a un teléfono móvil que me ha entregado y que, ha aseverado, solo debo usar en casos extremos. Por lo demás él me ha asegurado que se encargará de todo lo demás, la gira y eso. Yo se que está sobradamente preparado, así lo he entendido al verlo adoptar la pose correcta para que el Moog Liberation no te dañe la cadera en plena ejecución de un solo.

Ya el personal de vuelo me dan la bienvenida a través de unos altavoces monofónicos: Ya estoy en Madrid.

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